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Casavalle: territorio entre lo comunitario y el refugio de familias desterradas

Casavalle como porción de Montevideo, que está comprendida dentro del territorio

delimitado al sur por el bulevar Aparicio Saravia, al este por la avenida Pedro de Mendoza y

al oeste por el arroyo Miguelete y la avenida de las Instrucciones, es una zona que

históricamente se caracteriza por la implementación de un collage de las más variadas

políticas públicas.


En lo que refiere a la vivienda social, en los sucesivos ensanches de Montevideo fue

subdividiendo sus originarias chacras y quintas en huertas y lotes, mercantilizando su suelo

y perdiendo su valor inmobiliario a la sombra de las políticas urbano-habitacionales

aplicadas, en la mayoría de los cosas, con una escasa apropiación del espacio e

inadecuada integración al entorno, por parte de sus ocupantes.


En este sentido, a fin de comprender la realidad actual del barrio es necesario esbozar un

breve repaso histórico, para comprender cómo la zona fue albergando inicialmente

pobladores rurales del campo y posteriormente traslados masivos de áreas centrales, que

en su conjunto generaron una mancha urbana con crecimiento desregulado entre lotes con

grandes complejos habitacionales y asentamientos irregulares.


La ciudad de la periferia


En nuestro país, y más precisamente en el caso de la capital (Montevideo) la expansión

urbana entre 1940 y 1960 tuvo como uno de sus principales orígenes la demanda de

empleo por la industrialización, surgida por la economía de sustitución de importaciones

motivando una gran migración del campo a la ciudad. Pero aquella ciudad siguió

transformándose, a tal punto que los cambios en políticas económicas, particularmente

relacionadas al mundo del trabajo y al abandono del modelo de sustitución de

importaciones, trajeron consigo el aumento del desempleo y en consecuencia un gran

empobrecimiento de la población. A esto se le suman los efectos de la dictadura que en

materia de vivienda, podrían resumirse como la apertura liberal del mercado, con el claro

ejemplo en la desregulación de alquileres en 1974.


Como consecuencia de ello, el deterioro y la tugurización de las áreas centrales de la

capital, expulsan a la población víctima de estos cambios hacia la zonas de la ciudad

informal y la periferia.


Para comprender este fenómeno en el vasto territorio que abarca la cuenca de Casavalle,

inicialmente podemos mencionar que el aumento poblacional de empuje expansivo en los

años 30, trató de mitigarse con la Ley de Propiedad Horizontal de 1946. Pero por el

contrario, la ley configuró el loteamiento de grandes áreas de la zona, y no detuvo la

expansión de los barrios industriales cercanos. Las interrupciones al loteamiento por su

parte, dejaron algunas áreas vacantes que serían ocupadas a posteriori por asentamientos

irregulares.


Dicha ley a su vez acentuó la polarización del valor de la tierra, desvalorizando los suelos

en áreas intermedias y periféricas. Sin embargo, la ley de Propiedad Horizontal concretó

puntos singulares de densificación con la construcción de grandes bloques habitacionales.

Una nueva forma “económica” de apropiación del espacio, en tanto ocupación densa del

suelo. De esta forma, la lógica “económica” se reprodujo, y varios lotes cercanos a Unidad

Casavalle fueron comprados a bajo precio por el Estado para seguir practicando allí nuevas

formas de unidades habitacionales.


La reglamentación de las cooperativas de vivienda implementada en el marco de la

Ley Nacional de Vivienda de 1968 (Ley 13.728), plantea otras condiciones de ocupación del

territorio y de apropiación por parte de usuarios. Sin embargo los complejos habitacionales

construidos en las circunstancias antes mencionadas, mantienen una condición de uso y

permanencia signada por la propiedad horizontal, inaccesible en términos económicos y

cuestionable en términos colectivos de permanencia.


Posteriormente producto de la ya mencionada especulación de la inversión privada, se

intensifican las expulsiones de población de áreas centrales y la población periférica crece

desregulada sin excepción para Casavalle entre lotes con grandes complejos de viviendas y

asentamientos irregulares.


Hasta este momento, los planes estatales optaron por mantener una política de mínimos

costos, convirtiendo a Casavalle en receptáculo de variados experimentos que siguen

creando entornos espaciales aislados, de una homogeneización que los compacta frente al

exterior, propiciando la reproducción de la espacialidad de la inmediatez y, en algunos

casos, combinada con el hacinamiento.


Se consolida así la homogeneidad y fragmentación que caracterizan a esta zona, con gran

parte de la población en condiciones de pobreza y vulnerabilidad, construyendo su hábitat

según “les toque en suerte”; en complejos habitacionales temporales o en asentamientos

espontáneos. Ambos casos de apropiación del suelo, lamentablemente, resultan en una

permanencia que dura hasta hoy, permanencia que la ciudad formal, central y digna no

pudo sostener.


Casavalle desde antaño alberga así la vida de familias montevideanas desplazadas por

incapacidad de sostener un alquiler, por desalojos o pérdidas de sus viviendas anteriores.


Hábitat más allá de la vivienda


En estos largos años de implementación de políticas de mínimo costo, de “casas pobres

para pobres”, es donde se materializa la realidad habitacional de la mayoría de las familias

con las que trabajamos desde la Obra Ecuménica. Donde el promedio presenta indicadores

de vivienda precaria más altos que los del promedio para el total país (el hacinamiento es

más del doble, la cantidad de hogares con saneamiento precario es más de tres veces que

la del promedio para el total país, y la emergencia habitacional es el triple).


Cabe destacar además las dificultades de las familias para el acceso, permanencia y

mantenimiento en la vivienda, siendo que los ingresos tienen un alto porcentaje destinado a

satisfacer necesidades básicas de supervivencia. Por tanto, considerar las capacidades

familiares, y pensar al habitar como trayectoria son un gran debe de esa inversión histórica

en materia habitacional.


En este sentido, la mayoría de estos planes no tuvieron participación alguna los propios

destinatarios y el trabajo social respondió, en aquellos casos en que lo hubo, a un estilo que

no promovió efectivamente la autogestión ni el desarrollo de las comunidades. Por el

contrario, el traslado supuso la destrucción de vínculos sociales y la abrupta mezcla de

individuos y familias provenientes de muy diversos lugares” (IMM, 2003: 12).

La lógica del proceso urbano de las áreas periféricas, tuvo consecuencias similares en la

ciudad: el proceso socio–económico de ese momento se expresó en desequilibrios

socio–territoriales que profundizaron la segregación urbano–residencial y la segmentación

social.


Casavalle por largo años, se tradujo en un territorio con áreas desestructuradas de

infraestructuras incompletas, falta de equipamientos urbanos y dificultades en la

accesibilidad a los servicios que la ciudad brinda. La falta de conformación y la ausencia de

equipamiento del espacio público era generalizada. Tanto las calles vehiculares como las

sendas peatonales se encontraban en muy mal estado, que sumado a la ausencia de

veredas y a la escasa forestación, contribuyeron a generar una imagen urbana con un alto

grado de deterioro.


En este sentido, es preciso pensar el hábitat a nivel global donde sea considerado no sólo el

acceso a la vivienda, sino también los problemas del suelo, el derecho a la ciudad y la

movilidad urbana de sus habitantes.


El espacio público como estrategia de inclusión


Con cambios en las lógicas de implementación de políticas públicas, acompañados de

cuestionamientos a las diversas modalidades de producción de vivienda, el Plan Quinquenal

2005-2009 pone en evidencia que la mayor falencia destacada en materia de polìticas

públicas es la priorización de criterios cortoplacistas y economicistas, traducidos en metas

de carácter cuantitativo que no se cumplieron en su totalidad.

Desde este nuevo posicionamiento las autoridades locales asumieron roles cada vez más

importantes en los procesos de desarrollo, en particular en el impulso de políticas de

participación e inclusión social y desarrollo generando e incentivando la participación

vecinal.


En este contexto se comenzó a trabajar bajo una articulación interinstitucional entre todos

los organismos públicos presentes en la zona y los vecinos organizados para pensar

Casavalle de forma integrada y crear un plan en la cuenca.


Si partimos de la consideración del espacio público como símbolo y representación de la

interrelación ciudadana: “abarca desde el tránsito hasta la utilización de bienes y servicios

colectivos, y prefigura en ella (la ciudad) la dimensión política de lo público como lugar de

ejercicio de las relaciones de poder” (Sánchez–Parga, 1995:25), la conformación del mismo

resulta una estrategia integradora. Justamente en esta dirección, con el objetivo en mejorar

las condiciones de hábitat y vivienda, promover la integración social y la inclusión en el uso

y la apropiación de espacios públicos, entre otros, se comenzó a trabajar en la concreción

de obras y programas en el territorio.


Las siguientes obras y programas fueron concretados a partir del Plan Integral Cuenca

Casavalle: - Plaza Casavalle - Policlínica Casavalle - Centro Cívico - Complejo SACUDE -

Nueva sede para la Seccional Policial 17 - Skate Park - Espacio libre en Leandro Gómez y

Cno. Mendoza - Parque lineal José Pedro Cardoso Puentes en Marconi - Mejoras de la

conectividad en vías secundarias - Realojos - Viviendas nuevas y mejoras en viviendas

preexistentes - Programas territoriales y servicios descentralizados - Ampliación de la

atención a la primera infancia - Nuevo Liceo 73 - Club de verano en Casavalle


El Plan Casavalle plantea una nueva forma de actuar en áreas periféricas. Las experiencias

como las del SACUDE, CEDEL, Centro Cívico y plaza Casavalle son espacios y

construcciones emblemáticos. Todas ellas, en mayor o menor medida, tanto en su fase de

diseño y gestación como en su actual fase de funcionamiento operativo cotidiano, muestran

referencias de gestión participativa que favorecen procesos de apropiación, construcción de

ciudadanía e identidades colectivas.


De esta forma junto al surgimiento de estos espacios de participación políticos y sociales, se

implantaron progresivamente diversas políticas que se convirtieron en verdaderas palancas

de participación, con el objetivo de la resignificación del barrio como constructor de

ciudadanía. La participación ciudadana constituye entonces un componente ineludible para

dar un contenido democrático a la descentralización y éste a su vez, es el camino

privilegiado para instrumentar la participación.


Las transformaciones que se impulsan en las instituciones y en la sociedad requieren de la

participación activa y responsable de múltiples actores tanto públicos como privados, de

organizaciones sociales y de ciudadanos, que con diferente grado de articulación mutua,

llegan a compartir en su accionar cotidiano la identidad de un proyecto construido en común

y asumido como responsabilidad colectiva.


En esta línea, la Obra Ecuménica Barrio Borro desde hace 46 años se compromete día a

día a trabajar de manera inclusiva, promoviendo la participación activa de vecinos y vecinas

en la construcción de un espacio común en el que se respeten y valoren las diferencias.


Nuestra labor se enfoca en visibilizar las necesidades y demandas de la población,

promoviendo la equidad y la justicia social desde un enfoque integral y colaborativo. El

compromiso de esta institución, es seguir generando oportunidades para que cada individuo

pueda ejercer su ciudadanía plenamente, rompiendo con estigmas y prejuicios que

perpetúan la exclusión y la marginalidad en el barrio.


De la misma forma seguiremos trabajando por ¡Todos los derechos, para todas las

personas!










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